martes, 10 de agosto de 2010

lunes, 15 de diciembre de 2008

Del budin de electrones a las nubes probabilísticas

Esta es la introducción a un "trabajito" que hice para la universidad para la materia Química I, habla principalmente del cambio de paradigma en el que vivimos, orientado en la física cuántica, que creo, es uno de los ejer más fuertes del cambio de paradigma, y como siempre la física es modelo de otras ciencias... Después publicaré otras partes, pero aviso que es laro...

Introducción

“Casi todas las preguntas de mayor interés para las mentes especulativas son de tal naturaleza que la ciencia (clásica) no puede responderlas”.
(Bertrand Russel, 1945)

Muy persipicazmente señaló Isaac Newton en carta dirigida a Robert Hooke: "Si he visto más lejos es porque estoy sentado sobre los hombros de gigantes", y es en esta idea donde se basa, en gran medida, la idea de evolución del conocimiento. Del estudio esta se encarga justamente la epistemología, es decir, de la forma que se va encastrando o relacionando el conocimiento en el transcurso del tiempo. No se puede entender el conocimiento de las personas sino teniendo en cuenta todas aquellas cosas que aprenden de sus antepasados. El hombre como ser finito trasciende a través del pensamiento, las ideas son inmortales y contemporáneas de todo tiempo tanto en la historia como en la razón. La razón y la verdad guían a los científicos en el trajín de comprender el mundo que nos rodea.
Con el acaecer de las épocas, las ideas se van gravando en el imaginario de las personas y de la comunidad científicas, las ideas deben ser primero comprobadas y luego aceptadas por la comunidad para poder formar parte del “imaginario científico” y construir más y mejores ideas basadas en aquello que ya está aceptado. Las ideas son necesariamente influidas por los tiempos que corren. Las necesidades de la población, las relaciones comunes de la época y el conocimiento anterior dotan a este de un “contexto de descubrimiento”, sin el cual difícilmente se puede entender el transcurso de la historia del pensamiento más allá de que estas trasciendan su época. Las épocas constituyen el marco de aceptación de las ideas que nos llegan. Las ideas que son aceptadas y superadoras deberían responder mejor a las necesidades de la época, aunque es tarea de la ciencia no dejarse influir por las necesidades de estas y buscar soluciones que respondan de una manera más acabada más allá de todo tiempo presente. Para no ser inocentes vale preguntarse: ¿las necesidades de quién? Pero dejo en manos del lector responder a tan fundamental cuestión, ya que escapa al motivo de este artículo.
Es imprescindible tener en cuenta el contexto de descubrimiento si es que queremos hacer un análisis del conocimiento científico (en nuestro caso los modelos de átomos) a través del tiempo ya que es lo que le proporciona al científico su marco para crear cosas nuevas en la ciencia; y a la idea su capacidad de ser aceptada. Uno diría que las personas como individuos no necesariamente están determinados por el medio que los rodea, y es muy cierto, sino por ejemplo Galileo, Copernico, o el mismo Newton, eran personas que se salían de toda norma inducida por la sociedad, que enfrentaban lo establecido. Lo que pasa es que no sólo la sociedad hace a la ciencia, sino que la ciencia también hace a la sociedad. Personas como las que antes nombré, son las que ponen en duda lo aceptado, lo establecido y se encargan de controvertir el conocimiento y acabar con todo lo que se oponga al avance. Ni la ciencia es independiente de la sociedad ni la sociedad es independiente de la ciencia, sino que se construyen mutuamente. La ciencia es la búsqueda de la verdad a través de la razón por excelencia, por lo tanto es influye a la forma de pensar y razonar de las personas, desde lo cotidiano hasta lo estríctamente científico. La relación que este tiene con la sociedad es recíproca y no lo debemos olvidar. Según Karl Popper, el propósito de la ciencia es captar verdades significativas sobre el mundo, el hecho de que estas no sean aplicadas a la sociedad es un despropósito total, ya que dejarían de ser realmente significativas y em eso va también la forma de razonar de la ciencia.
Analizar la historia del conocimiento científico nos ayuda a interpretar mejor a dónde estamos, pero por sobre todo, a dónde vamos. La ciencia, al igual que las personas, tiene una inercia, proveniente de las costumbres, que impide a veces la aceptación de nuevas y mejores teorías. Desde principios del siglo pasado, vivimos en tiempos en que los paradigmas de la ciencia se están revolucionando significantemente, está emergiendo con fuerza una nueva manera de pensar. Este “paradigma emergente” (Martínez Miguelez) se nutre de los conocimientos de la física cuántica y otras ramas del pensamiento. Este paradigma, que implica manera distinta de pensar encuentra oponentes en los miembros de la sociedad que siguen pensando como hace dos siglos y hasta muchos científicos que no son ajenos a la inercia. Esta disociación entre una ciencia revolucionada y una sociedad estática no es beneficiosa para ninguna de las partes.
La tarea es analizar dónde estamos y a dónde vamos para poder así poder plantearnos en todos los planos una nueva manera de pensar. La ciencia tiene en sus propósitos buscar verdades y por ende abstraerse de los efectos de inercia, eso la pone en un enorme desafío. No es lo mismo el caso de la sociedad en general, la cual no tiene los mismos objetivos, padece de una dominación estructural, que intenta sostener el orden establecido promoviendo la ignorancia, el desinterés y la desinformación, haciendo más dificil superar la inercia. La ciencia se contrasta constantemente y por ende puede intentar abstraerse, sus avances más recientes son ejemplo de ello. Es por eso que ésta debe controvertir lo establecido no sólo en sí misma sino también en la sociedad, para así crecer en una sociedad cohesionada con el conocimiento científico. Para ello que la ciencia debe hacer valer su capacidad de no estar sólo dada por la sociedad sino también ella hacer a la sociedad con el conocimiento, tomando un rol relevante y político en cuanto a esto. El análisis es al menos un primer paso.
La física ha sido siempre rectora de la evolución de los paradigmas del pensamiento. Las teorías atómicas son quizás la materia en donde más se unen la química y la física, y su evolución es un reflejo de cómo ha evolucionado la manera de pensar y encontrar conocimiento de los científicos, en donde pasamos de ver al átomo como algo conciso, a algo que dificilmente podamos definir sino como "probabilidades". El hecho de pensar en probabilidades es un desafío al que nos tenemos que acostumbrar ya que es una gran herramienta que nos habre las puertas de muchas cosas nuevas. Ver la evolución de la forma de ver al átomo es una invitación a empezar a ver muchas otras cosas de otra manera, es por eso que de ello vamos a hablar...

lunes, 10 de noviembre de 2008

Crítica a mi generación

Con razón soy adolescente. Adolecer es el adjetivo que mejor me califica cuando realizo un análisis profundo de la sociedad argentina contemporánea, y más precisamente de mi generación. Mi generación, se gestó junto con la vuelta de la democracia, creció con el neoliberalismo arrasador de las esperanzas, y se desarrolló con esta corriente violenta e inexplicable que son los últimos años de la primera década del siglo XXI.
Según dicen es la época de oro, la era de la información, de las libertades, pero no del todo libre ni informada, según parece. Vivimos en democracia; existe la libertad de expresión; tenemos un amplísimo acceso a la información; podemos acceder a bibliotecas públicas, así mismo universidades; podemos decir que es en este contexto es posible la libertad.
Sin embargo, en muchas ocasiones, los actores sociales que intervienen parecen no interesarse por este tan preciado derecho. Quizás, muchos lo hagan por ignorancia, otros porque no sufrieron su carencia, o en binomio.
Mi generación desprecia la política, reniega de la economía y parece tener ideales meramente superficiales, aunque el común no conoce a fondo ninguno de los tres conceptos. Sueño con esa época de oro, cuando los jóvenes salían por las calles en un verdadero acto de rebeldía, mostrando banderas que exigían algo nuevo, un verdadero cambio, un cambio que no sabían bien en qué consistía, pero que debía cambiar el sistema vigente. Hoy añoro esa época, donde ser joven era una suerte de categoría social caracterizada por las ansias de cambio, de acción, de pacificación, de preocupación social. A mi generación no le importa cómo resistió Viet Nam una dominación extranjera, ni los desplazados africanos, ni los presos políticos ni los ataques terroristas en Oriente Medio. Estas demostraciones de dolor no significan nada para esta sociedad.
No voy a olvidar cuando mi padre, es un acto de admirable deseo de apaciguar la angustia que me produce el asunto me dijo: “Ya nadie quiere hacer la revolución cubana, hoy todos quieren triunfar en Wall Street”. Este parecería ser el único ideal que tiene mi generación, el propio progreso personal, aunque eso signifique un retroceso colectivo.
Pero, ¿no es acaso el hombre un ser social?, ¿no está en su naturaleza convivir con otros, compartir, solidarizarse con sus pares, buscar el bien común? Sin duda; así lo declaran los filósofos contractualitas, con quien esta humilde escritora se encuentra de acuerdo.
Sin embargo, muy seguramente la sociedad mundial haya cambiado desde que Jean-Jacques Rousseau describía al hombre a mediados del siglo XVIII, ¿pero fue el cambio tan abrupto como para desnaturalizar a un ser tan puro como el hombre?
Los jóvenes se encuentran inmersos en una ola de evasión realmente alarmante, caracterizada entre otros factores por la despreocupación, los adultos no dan espacio a la reflexión, los gobernantes desean seguir exacerbando la situación, lo que a mi en tender generaría un rápido círculo vicioso que se encuentra gestándose desde hace mucho tiempo.
Dicen que durante los gobiernos de Frondizi e Illia fue el mejor momento para la juventud: las universidades, la igualdad de género, el auge de las revistas políticas, la literatura latinoamericana, el Instituto Di Tella, jóvenes consumidores de alta cultura, y más. Allí surgió la necesidad de una contracultura argentina. Un grupo social que repudie algunos caracteres de su sociedad, que tenga conciencia de poder cambiar lo instituido, de que politización suene correcto, que la democracia siga siendo un valor inalienable, de que no se pierdan las libertades básicas, de preocuparse y ocuparse por la realidad social y política argentina de la época.
¿Qué más nos hace falta para el surgimiento de una contracultura actual? ¿Es que acaso se deben perder todas las libertades para comenzar a valorarlas?


Guillermina Luque Wickham
Junio de 2008.

domingo, 5 de octubre de 2008

El problema político de la filosofía

En estos temas es imprescindible avocarse a la tarea de definir o más bien, de redefinir. Yo les podría dar una definición de política y cada uno que lea puede decir si se acerca o no a la realidad, pero en el universo del discurso al que debemos recurrir para realmente poder llevar a cabo una definición a la interpretación de la realidad a veces da como cierta, por eso no se trata solo de dar una definición y contrastar, definir no es solo eso. Porque cuando hablamos de filosofía, y lamentablemente esto no siempre es tenido lo suficientemente en cuenta, hablamos de un universo del discurso más amplio que lo simplemente contrastable, es decir, de un conjunto de significaciones posibles que poco tienen que ver con el discurso común y corriente o dominante. Porque justamente la tarea de la filosofía debe ser intentar salir del universo del lenguaje de la sociedad para poder crear, construir e imaginar un mundo mejor, en donde la interpretación de la realidad y el uso del lenguaje sea una herramienta liberadora. Este trabajo debe controvertir, debe actuar, debe ser coherente, debe ser conciente y concientizar de las posibilidades, y es en este punto donde uno más se sale del universo del discurso establecido.

Avancemos, hablamos de política, queremos definir política, queremos saber qué carajo tiene que ver la política con la filosofía. Viene a correlato los comentarios que hacía antes sobre el universo del discurso, cuando vivimos en una sociedad compleja y auto-fagocitaria, el universo del discurso es una de las primeras victimas, afectando por ende a las ciencias y a los diferentes niveles de pensamiento. Entonces, cuando estamos en este panorama, necesitamos salir. Uno podría encontrar razones para salir de ese medio, ¿pero tiene sentido intentar salir del universo del discurso si sus herramientas (el discurso establecido) son las mismas que desea combatir? El discurso, el habla, el diálogo, el lenguaje, es nuestra forma de pensar, divulgar, aprender. Y si justo lo que queremos cambiar son las pautas dominantes de nuestras formas de pensar, divulgar, aprender, sería borracho y enfermo hacerlo con las mismas pautas dominantes, estaríamos en un vorágine viciosa de esas en las que algunos filósofos adoran estar. uno podría buscar razones para salir… pero no sería bueno empezar por la razón de que “necesitamos cambiarlo”. Y esto se funda en que lo dominante no es lo único que hay, en que el hombre tiene su propia percepción y es crítico ante todo. Por más alienada que pueda ser nuestra sociedad, esta capacidad no se pierde, y si uno ve la necesidad de que hay que algo está mal es prueba de que aún tenemos esa percepción y ya tenemos una razón para cambiar eso que está mal. En nuestro objeto de estudio, buscar razones para salir debe partir de la razón primordial e ideal de la necesidad, y debe ser conciente de que lo que realiza no es aplicar los discursos dominantes sobre ellos mismos, sino que también requiere de la política, la política basada en esta gran razón, “la necesidad”, la política que nosotros podemos aplicar en nuestro pensamiento y decidir que emprendemos el arduo camino de caminar por terrenos del discurso poco estudiados, olvidados, derrotados, tergiversados, nuevos.

¿Por qué decimos política? Definámosla entonces. “Política” según el diccionario de la Real Academia Española es: “Arte o traza con que se conduce un asunto o se emplean los medios para alcanzar un fin determinado” ó “orientaciones o directrices que rigen la actuación de una persona o entidad en un asunto o campo determinado”. Y es justamente lo que decíamos, el problema de la filosofía en cuanto a controvertir el universo establecido es político, y político entendiéndose como que debemos basarnos en una “traza”, una “directriz”, una “orientación”, un “arte”. Y mírese que interesante palabra esta última, el punto está en llevar a cabo ese arte de transformar y para ello debemos basarnos en las posibilidades y en la necesidad de cambiar las cosas. Como decía, el problema de la filosofía es esencialmente político. Naturalmente seleccioné estos significados, si uno busca se da cuenta que mucha importancia no se le da en el discurso a estos significados de la palabra política, el discurso dominante trata de eliminar de a poco estos significados. Los diccionarios intentan escapar un poco a esto, pero tampoco son ajenos, nótese que para encontrar estas definiciones uno tiene que revisar la versión enmendada de esta definición y estas dos que seleccioné son justamente las dos últimas.

Cuando redefinimos empezamos a abarcar las posibilidades y en eso se funda nuestra intención de redefinir, tener en cuenta las posibilidades, todo aquello que no es tenido en cuenta, que no está en el paradigma, pero que sí hace a la esencia de las cosas y que no puede ser obviado cuando uno define, es decir, cuando uno intenta describir la naturaleza o la esencia del objeto. Para eso también hay que redefinir realidad, hay que redefinir identidad, hay que redefinir “ser”, porque el ser es lo que es y lo que no es. Y estoy diciendo una contradicción casi, pero porque estoy definiendo usando el universo del discurso establecido, lo que es casi necesariamente una contradicción. Ser es tanto la función y composición del objeto en el momento, como es también lo que puede ser el objeto. Podemos resumir que redefinir consta de definir claramente lo que haga falta y llamar a las cosas por su nombre. La tarea está también en poder delimitar las posibilidades, sino sería tan viciosos como intentar redefinir con el universo del discurso establecido, pero escapa a lo que nos convoca este artículo).
Compartiré algunas citas para mejorar este desarrollo:

“El universo real del lenguaje común es el de la lucha por la existencia. Es en realidad un universo vago, oscuro, ambiguo, y desde luego que necesita ser clarificado. Más aún, tal clarificación puede cubrir una función terapéutica, y si la filosofía llega a ser terapéutica habrá llegado a su propio terreno.
La filosofía se acerca a esta meta en la medida en que libera al pensamiento de la esclavización por parte del universo establecido del discurso y la conducta, demuestra la negatividad del sistema establecido (sus aspectos positivos reciben abundante publicidad en cualquier forma) y proyecta alternativas. Sin duda, la filosofía contradice y proyecta sólo en el pensamiento. Es ideología, y este carácter ideológico es el destino mismo de la filosofía, un destino que ningún cientificismo ni positivismo pueden superar. Sin embargo, su esfuerzo ideológico puede ser verdaderamente terapéutico, puede mostrar la realidad como aquello que realmente es y mostrar aquello que la realidad evita que sea.
En la era totalitaria, la tarea terapéutica de la filosofía sería una tarea política, puesto que el universo establecido de lenguaje común tiende a coagularse en un universo totalmente manipulado y adoctrinado. Entonces, la política aparecería en la filosofía, no como una disciplina especial o un objeto de análisis, ni como una filosofía política especial, sino como el intento de sus conceptos por comprender la realidad sin mutilarla. Si el análisis lingüístico no contribuye a tal comprensión; si, en vez de eso, contribuye a cerrar el pensamiento en el círculo del universo mutilado del discurso común, es, en su punto más alto, del todo inconsecuente. Y, en su punto más bajo, una huida hacia lo que no es controvertible, lo irreal, hacia aquello que sólo académicamente es objeto de controversia.”


Esta cita, creo, es brillante. Si uno se plantea algunas cuestiones, se da cuenta que es inconcebible las contradicciones que se dan en cuanto a que los principios a los que damos importancia no hacen a lo que realmente busca. Los principios deben ser la función que se quiere cumplir. Entonces basémonos en que nuestra función es clarificar, si la función es esa, no tiene sentido abocarnos en aquellas cuestiones establecidas del discurso, ya que eso está claro y encima no lo queremos. Y si queremos clarificar es para mejorar las cosas, cambiar las cosas. Nuestra función es controvertir, indagar en aquello que lo dominante hace desaparecer, es inconcebible que nuestra tarea no se centre en eso y se centre en lo contrario, los hechos “empíricos”, los que queremos cambiar, no podemos cambiar algo con la única herramienta de lo mismo que tenemos, es casi tan premisa como que no se puede definir algo por sí mismo. Seguir cometiendo ese error es “huir hacia aquello que sólo académicamente es objeto de controversia”, nosotros queremos cambiar las cosas, eso dejémoslo para gente idiota que sobran.

El hecho de usar la palabra política no es casualidad, y no es que no tenga nada que ver con lo que normalmente consideramos política. De hecho la definición que remarqué, creo, es una definición casi esencial de política, en la medida de que también define a lo que comúnmente llamamos política. Porque gobernar un país participar en un comicio, etc. es una traza, una directriz, ya que es la forma en que logramos eso que queremos. En nuestra sociedad falta mucha política y de todo tipo. En otra entrega hablé de tener una concepción del bien, y se parece mucho a tener una política. Necesitamos tener una concepción del bien y, consecuente con ella, una política que llevemos a cabo. Nuestra forma de participar en la sociedad es lo que comúnmente llamamos “política”: elecciones, partidos políticos, debates, etc. El que sabe piensa, analiza, pero también debería participar, ahí está el salto cuantitativo que nos permite aplicar la política como forma de llevar a cabo aquellas cosas que queremos.

Para redondear la idea les dejo una cita de Bertolt Brecht:

"El peor analfabeto es el analfabeto político. No oye, no habla, no participa de los acontecimientos políticos. No sabe que el costo de la vida, el precio de los frijoles, del pan, de la harina, del vestido, del zapato y de los remedios, dependen de decisiones políticas. El analfabeto político es tan burro que se enorgullece y ensancha el pecho diciendo que odia la política. No sabe que de su ignorancia política nace la prostituta, el menor abandonado y el peor de todos los bandidos que es el político corrupto, mequetrefe y lacayo de las empresas nacionales y multinacionales".


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Henert Marcuse, "El hombre unidimensional"

sábado, 27 de septiembre de 2008

¿Por qué filosofía y verdad como objeto de estudio político?

En tiempos donde lo dado aparece cada vez como una realidad menos accesible a ser modificada por las personas -y si lo es, pareciera ser que es para peor- es bueno reflexionar sobre la naturaleza, el origen y la importancia de la sociedad. Una interpretación netamente histórica tal vez pueda abrirnos un panorama propicio para estudiar el despliegue de esa fuerza humana colectiva que llamamos sociedad. Pero sólo seria un detalle de ése despliegue difícil de ofrecernos más que ciertos efectos del mismo y no un acercamiento a su naturaleza, las causas de su origen, su importancia y por sobre todo al complejo mecanismo de funcionalidad que opera dentro de la misma.

La primer pregunta obligada para empezar es ¿Cómo aproximarnos? Y para responderla debemos atender al conjunto de reglas, principios, conceptos, significaciones y a las reglas de esas reglas, de esos principios, conceptos y significaciones que la configuran como tal en un momento dado: nuestro presente. En otras palabras, atender a esas reglas. No situarnos desde ellas, porque eso es inevitable, sino más bien tenerlas en cuenta como el verdadero punto de partida para la aproximación. Y sobre todo reconocerlas como inevitables. Entender las limitaciones del lenguaje y el juego de éste como transmisor o reproductor de las reglas. No salirse de los barrotes de la realidad, sino reconocerlos como punto de partida.

Por ello es necesario reconocer en la estructura del presente al conjunto de mecanismos; estructuras y reglas, y las reglas que las dominan a través de los discursos, conceptos, conocimiento y el juego dialéctico que sobre ellos recae las funciones de verdad y validación hacia algunos y violencia hacia otros -o al menos restricción-.

El mundo de las ideas, y la política de las mismas son objeto indispensable para este propósito, y los individuos que se desarrollan y se desarrollaron en ese devenir histórico junto a las corrientes de pensamiento. Pues las ideas vigentes representan el tipo de sociedad a la que pertenecemos, de la que somos parte, de la que somos responsables. Que en nuestros días ya se perfila como una sociedad global del conocimiento.

La misma importancia poseen las ideas que se rebelan contra el orden, porque son las que plantean la realidad como una verdadera situación estratégica compleja. La lucha, ese enfrentamiento es global y el hecho de que en el tiempo se manifieste primero en las ideas sólo se debe a que parten de ellas para definir la realidad, reglarla, para el enfrentamiento dialéctico en toda la dimensión social. Sin desmerecer la importancia del elemento irracional como complemento.

Ese definir la realidad es definir lo verdadero, los discursos vigentes.

Poner atención en la filosofía, es poner atención en esa constante puja que define nuestra realidad. Así podemos entenderla, así podemos actuar en dirección a lo políticamente justo.

sábado, 13 de septiembre de 2008

Autovaloración en Rawls


Este artículo pretende brevemente remarcar un valor fundamental de la construcción de la vida de las personas. Este es el de la confianza en uno mismo. Más precisamente tomaré al filósofo norteamericano John Rawls quien considera esta cuestión como uno de los bienes primarios en la construcción de una sociedad (al menos una bien ordena). Esta idea quizás sea bastante inmediata de captar, pero la esencia de un análisis de este tipo es realzar la importancia de ésta. Muchas veces tenemos la rapidez de decir, sí, yo tengo confianza en mi mismo, en que me va a ir bien en la vida, etc. etc. Pero definitivamente de esto no se trata precisamente tener confianza en sí mismo, porque eso sería tener confianza en que vamos a desarrollar nuestro proyecto de vida de determinada manera. Y primero hay que redefinir un poco ¿qué es un proyecto de vida? Vivimos en una sociedad indefectiblemente capitalista en la que este concepto es de vital importancia, todos debiéramos tener un proyecto de vida por el cual alcancemos algún tipo de “felicidad” dentro de los parámetros que nos permite u ofrece nuestra sociedad. Y ente aventura no hacemos otra cosa que fortalecer nuestra individualidad y por ende debilitar nuestra confianza en nosotros mismos. Quizás digan que estoy diciendo una enorme contradicción, yo no lo creo así, veámoslo.


¿Qué somos sino partes de un todo llamado sociedad que nos condiciona de infinitas maneras, nos dice cómo ser felices, nos dice qué clase de sueños debemos perseguir, nos dice quienes pueden seguir esos sueños y quienes no, y sobre todo nos dice de que lado estamos en esa división? Entonces como partes de esa entidad, qué sentido tiene tener un proyecto de vida si estamos condicionados por la sociedad a la hora de hacerlo. Es por eso que estoy convencido de que un proyecto de vida no puede ser otra cosa sino que la voluntad de la persona a darle a la sociedad su perspectiva en cuanto a lo que cree que está bien. Primero hay que estar convencidos de que podemos podemos desarrollar una concepción del bien más o menos diferenciada de la que la sociedad en general nos podría imponer o condicionar para tener.

El otro día escuchaba a un niño que se sacaba buenas notas en la tele y decía una frase que escucho muy seguido y es: “estudio para ser alguien”. Yo me agarro de los pelos cuando escucho esto, y por más que parezca una frase normal esconde otras cosas también. Hay muchas contradicciones en cuanto a cosas que creemos “correctas” o “comunes” y que precisan de análisis para dar una opinión algo acabada. Y para ello nos tenemos que preguntar primero ¿qué es ser alguien? ¿Bajo qué criterios se es alguien? O mejor dicho ¿quién pone los criterios de ser alguien? Porque si somos “alguien” es porque hay algún otro que nos reconoce, es decir, somos arquitectos, abogados, ingenieros, doctores, de una forma un tanto más fea pero realista, tenemos un papelito que nos dice que somos eso. Entonces falta un “¿para quién soy alguien?” y como respuesta tentativa podemos decir: para la sociedad. Y esta bien, somos alguien para la sociedad, es decir bajo los criterios de la sociedad, entonces el proyecto de vida “ser alguien” no es más que un marco que nos pone la sociedad, tiene muy poco, por no decir nada, de nosotros si lo planteamos en esos términos.

Creo que no debemos ser nadie para nadie, en la batalla por la conquista de la libertad y de la autodeterminación del ser, las personas que nos rodean (la sociedad) no son más que espejos que debe buscar, a partir de criterios que la pluralidad y la amplia experiencia de vida nos puede entregar. Fórmula para esto no hay y no pretendo desarrollar el tema tampoco. El punto es que debemos ser en referencia a lo que nosotros creemos bien. Tampoco para nuestra felicidad, ya que esa felicidad bien puede ser impuesta. Debemos ser para lo que nosotros creemos, ya que eso que creemos son los criterios que yo me pongo para ser feliz, y esos criterios los conformo yo con mi experiencia con los demás. Si desarrollamos criterios ahí sí podemos redefinir y como esos criterios los desarrollo con los demás, está claro que no son hacía mí solamente. La felicidad no soy yo solo y mi proyecto de vida, es también vivir en un lugar mejor, con gente mejor, eso es lo que nos dice indefectiblemente la experiencia. Pero también los criterios nos dicen que la gente que vive en nuestra sociedad, o al menos algunos, no viven bajo normas básicas de mi concepción del bien. Estos son los criterios que bajo el ejercicio de la libertad podemos alcanzar, en cambio, los criterios que nos imponen son altamente individualistas, porque no tienen intención de hacer conciencia en que nuestra felicidad indefectiblemente depende también de los demás y lo que nosotros le demos a los demás, es decir, nuestro papel en la sociedad. Si hay un proyecto de vida, y repito la misma idea, es el de conformar nuestro rol transformador en la sociedad. Todo esto que digo no tiene sentido si no tenemos respeto por nosotros mismos, y como vimos esta idea no es muy parecida a la que uno intuitivamente a veces puede tener. Para desarrollar esto seleccioné un fragmento de texto del autor que antes mencionaba de su libro “Liberalismo político”:
“El respeto a sí mismo está arraigado en nuestra confianza en nosotros mismos, en tanto que miembros plenamente cooperadores de la sociedad, capaces de ir en pos de una digna concepción del bien durante toda la vida. Así pues, el respeto a sí mismo presupone el desarrollo y el ejercicio de ambos poderes morales y por ende, el del eficaz sentido de justicia. La importancia del respeto a sí mismo estriba en que nos da un seguro sentido de nuestra propia valía y la firme convicción de que nuestra determinada concepción del bien es digna de realizarse. Sin el respeto a nosotros mismos nada parece digno de hacerse, y si algunas cosas tienen valor para nosotros, no faltará la voluntad de tratar de conseguirlas.”
Me ahorraré definir algunos conceptos ya que no es esencial su extrema comprensión para la intención de este artículo. Rawls habla de ir en pos de “una digna concepción del bien” y luego dice que presupone el ejercicio de ambos poderes morales y del sentido de justicia, a lo que se refiere con esto es a que vamos desarrollando nuestros propios valores y criterios para juzgar (la misma idea que antes marcábamos) y con ello elaboramos nuestra concepción del bien por la cual volcamos nuestras vidas y por la cual nos creemos capaces de luchar. Lo que intenta decir es que tener confianza en nosotros mismos es tener confianza en nuestra capacidad de tener formada una idea y luchar por ella. Y es importante esto porque si nos creemos imbuidos, alienados, empequeñecidos y torpes frente a una sociedad borracha e incontrolable, poco podremos lograr y no estaríamos haciendo más que mentirnos, SOMOS VALIOSOS. Y a veces es muy difícil entender esto ante tantas cosas difíciles que nos pueden pasar, por eso a veces es muy bueno el toparse con otro, esta magia de poder confiar en nosotros mismos se nos puede ir en cualquier momento, nos podemos cansar conformar, etc. Es difícil y por ende importante el respeto a uno mismo, a que lo que uno hace vale y sirve para algo, porque de otra forma pierde sentido tener una concepción del bien, de la misma forma que pierde sentido tenernos confianza si no es para ir en pos de una concepción del bien.


Este concepto estriba en dos cuestiones, por un lado en las libertades que cada vez deberían cumplirse mejor en la sociedad y por otro en que incorporar en nuestra concepción del bien valores que inscriban a todos los miembros de la sociedad, la confianza en nosotros mismo se vuelve un bien público. Yendo a lo primero, este proceso necesita de las libertades más básicas para poder realizarse, uno no puede conformar una correcta concepción del bien si no es lo suficientemente libre (libertad de conciencia, libertad de desplazamiento, etc.). Pero en la medida que intentamos hacer esto ejercemos libertad y emanamos libertad, lo cual fortalece el mismo proceso. En cuanto a lo segundo, es un punto muy interesante, que es lo que hace que tenga sentido tenernos confianza. Cuando ejercemos nuestra confianza fortalecemos valores, apuntamos a una concepción del bien y eso robustece las libertades básicas, promoviendo en los demás la confianza en ellos mismos, lo cual hace que el ir en pos de una concepción del bien sea algo cada vez más público, lo cual le da más sentido a nuestra actitud ya que se vuelve esperable que otros también puedan llevar a cabo ese proceso. Y si todos llevamos a cabo esto, podemos confiar y así hacer cada vez más efectivos nuestros esfuerzos.

Para terminar, una pregunta que no pretendo responder: ¿Qué es el bien? ó ¿Qué está bien? Esa pregunta está en cada uno de nosotros. En esta construcción de qué es el bien difícilmente encontremos alguna verdad. ¿Es esta razón motivo suficiente para que pierda sentido la pregunta que formule antes? No se preocupen que de no tener sentido no la hubiese formulado. Quien ve la mentira conoce la verdad, de alguna manera, y en eso podemos creer, en que si vemos algo que está mal, la necesidad de cambiarlo que nos planteamos vale la pena ser realizada. Entonces si hay cosas para cambiar ¿por qué no luchamos por ellas en este momento? Nos falta plantearnos esta pregunta y la anterior más veces durante nuestra vida, nos falta desarrollar cada vez más nuestras concepciones del bien, nos faltan medios más eficaces para llevarlas a cabo. Nos faltan muchas cosas, pero por favor: QUE NO NOS FALTE LA CONFIANZA…

“No faltará la voluntad de tratar de conseguirlas”, John Rawls

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Fuente: John Rawls, “Liberalismo político” (1993). Traducción deSergio René Madero Báez. 1995 Fondo Cultura Económica, México. Pág. 294